El cuerpo está cubierto por un órgano al que no siempre se lo considera como tal: la piel.
Nacemos con una piel hermosa, suave, que irradia salud y en la que no hay líneas marcadas. Allí es donde habitan células que nacen, envejecen y mueren. La piel, verdadera coraza protectora, constituye una barrera impermeable y es el principal órgano de comunicación con el exterior.
Comprende tres capas: epidermis, dermis e hipodermis.
- Epidermis: es un epitelio cuyas células se multiplican, diferencian y renuevan periódicamente. Se comporta como una membrana impermeable para casi todas las sustancias sólidas, líquidas o gaseosas.
- Dermis: representa la segunda línea de defensa contra los traumatismos, y provee las vías y el sostén necesarios para el sistema vascular cutáneo. Es un enorme depósito potencial de sangre, electrolitos y agua.
- Hipodermis: o grasa subcutánea, ante todo constituye un aislante del calor, que conserva la temperatura corporal y se comporta como un verdadero almohadillado que actúa amortiguando los traumas.
La piel cumple una serie de funciones que demuestran su importancia en el contexto del cuerpo:
- Es un órgano que respira: la epidermis absorbe y despide aire y esta función es indispensable para la vida.
- Es un órgano depurador: ya que a través del sudor y de las secreciones sebáceas libera al organismo de toxinas.
- Es regulador de la temperatura: a través de la transpiración la piel logra mantener al organismo en una temperatura de 37 grados.
- Tiene la capacidad de almacenar reservas: cuando éstas escasean en el organismo, pueden ser recuperadas y transportadas a los órganos que las necesitan.
- Recibe las impresiones del mundo exterior: lo hace a través de las terminaciones nerviosas (consistencia de los objetos, temperatura, etc.). Puede despertar sensaciones agradables cuando se lo somete a caricias, o sensaciones desagradables cuando diversas injurias o enfermedades lo agreden.
- Es protector de nuestro organismo: lo resguarda de heridas, microbios y traumatismos.
Ahora bien; la piel también es un órgano que cumple la función de barrera a las radiaciones UV, y los fototipos se relacionan con la tolerancia a la radiación UV, evaluando tanto la quemadura como el bronceado. Existen diferentes fototipos:
- El fototipo I: corresponde a las pieles muy claras, siempre experimenta quemaduras solares y nunca se broncea.
- El fototipo II: pieles claras, experimenta siempre quemaduras solares con facilidad y se broncea mínimamente. El I y II son “sensibles” a la radiación solar.
- El fototipo III: pieles intermedias, presentan fácilmente quemaduras moderadas y se broncea gradualmente.
- El fototipo IV: pieles morenas, presentan ocasionalmente quemaduras. Se broncea (piel ligeramente morena) III y IV son “normales” en cuanto a su exposición al sol.
- El fototipo V: pieles oscuras, presenta quemaduras esporádicamente. El bronceado es intenso.
- El fototipo VI: pieles de raza negra, nunca exhibe quemaduras y se broncea muy intensamente. V y VI son “insensibles” a la irradiación solar.
¿Cómo es la piel de los niños?
La piel de los niños no es una piel “chiquita”. Es una piel diferente y en crecimiento, al igual que otros órganos y estructuras corporales de los niños. La piel de los niños es más delgada y frágil, y muy sensible a los rayos solares. Por lo tanto, es necesario extremar los cuidados en la exposición durante la infancia.
¿Cómo es la piel de los adultos?
En cuanto a la piel de los adultos, con el paso del tiempo va envejeciendo y provoca la pérdida de la flexibilidad cutánea que se genera por la exposición solar acumulativa y por la sobrecarga de lípidos en la alimentación, especialmente en la piel del rostro. La arruga es el primer signo de la senectud del rostro. Los pliegues y manchas en la piel son los efectos visibles de las radiaciones solares. De ahí la importancia de cuidar la piel del sol.