Podemos clasificar la piel seca en dos tipos:
Pieles alipídicas y pieles deshidratadas.
Las pieles alipídicas se llaman así porque presentan una disminución de secreción sebácea ocasionando la deshidratación de la epidermis, que es la capa más superficial de la piel.
Estas pieles suelen presentar:
- Color blanco rosado.
- Tacto áspero.
- Espesor fino.
- Aspecto mate, sin luminosidad.
- Fácil descamación.
- Pérdida de elasticidad.
- Poros cerrados e imperceptibles a simple vista.
- Ausencia de comedones (puntos negros).
- Tendencia a presentar arrugas.
- Dificultad para broncearse.
- Sensibilidad a los agentes externos que favorece la aparición de rojeces y descamaciones.
- Muy mala resistencia a los cambios climáticos.
- Mala tolerancia a los jabones.
Las pieles deshidratadas deben su sequedad a una alteración que no permite retener el agua, por distintos factores y causas. Los agentes externos favorecen la eliminación del agua, provocando el resecamiento y la descamación de la piel.
Sus características son:
- Piel muy sensible, que se irrita con facilidad.
- Tacto áspero.
- Espesor fino.
- Fácil descamación.
- Sensación de tirantez.
- Aspecto mate, sin brillo.
- Orificios pilosebáseos (puntos negros) poco perceptibles.
- Disminución de las glándulas sebáceas y sudoríparas.
- Tendencia a la formación de surcos y arrugas.
- Mala adaptabilidad a los cambios climáticos.
- Muy mala tolerancia a los jabones.